Los abonos orgánicos benefician al medio ambiente.

La sensibilidad por cuidar el medio ambiente ha aumentado en el mundo, y eso se ve en la agricultura. El empleo de abonos orgánicos está desplazando el uso de fertilizantes químicos, dañinos con las aguas y la naturaleza. Además, están resultando ser un instrumento bastante productivo.

Los abonos orgánicos son aquellos que provienen de la descomposición natural, bien sea por intervención animal o desechos vegetales.

La FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, lleva años insistiendo en que un uso responsable de la agricultura no solo no contamina la naturaleza, sino que es una herramienta valiosa para revertir el cambio climático.

Las plantas son el principal absorbente de C O 2 que tiene el planeta. Si se desarrolla una agricultura que no derroche los recursos acuíferos y aproveche las condiciones naturales de los terrenos, sin alterarlas con sustancias químicas, se podrá revertir a medio y largo plazo el efecto invernadero.

En este aspecto juega un papel importante el uso de fertilizantes de origen orgánico (compostas, estiércol animal, abono verde).  Mejoran la estructura de los suelos y la filtración del agua. Con ellos, se enriquecen las tierras de labranza y se reduce el peligro de contaminación de aguas subterráneas.

En Europa, donde existe un fuerte problema de contaminación ambiental, favorecer sistemas de agricultura ecológica es un mecanismo para restablecer el equilibrio con el medio ambiente.

Según la FAO, el enriquecimiento de los suelos destinados a la agricultura mediante abonos orgánicos beneficia la flora y fauna autóctona, la que se genera por inercia en la naturaleza. Al tiempo que incrementa la productividad de los cultivos.

Pero esa práctica no es suficiente. Es bueno combinarla con algunas técnicas agrícolas como la rotación de cultivos, los cultivos mixtos, las asociaciones simbióticas entre plantas, la labranza mínima. De esta forma se mejora la retención de nutrientes y de agua, se combate la erosión y se incrementa la biodiversidad de la tierra.

Practicar una agricultura respetuosa con la naturaleza ayuda a que esta se regenere, y repercute al mismo tiempo en la productividad de los cultivos. Favorece la colonia de animales polinizadores, como las abejas, la presencia de insectos y roedores, no parásitos, que remueven y oxigenan la tierra y la aparición de depredadores que combaten la proliferación de plagas.

La web del BBVA indica, en referencia a los fertilizantes orgánicos, que las materias de origen animal y vegetal, durante su proceso de descomposición, liberan nitrógeno, potasio, fósforo y otro nutriente que necesitan las plantas para crecer. Estimulan la actividad micro-biótica y fortalecen la salud de los cultivos.

Algunos de estos abonos naturales son:

La composta.

Es el abono orgánico más común. Se forma a través de la descomposición de restos vegetales hasta convertirse en humus. En origen puede estar formado por restos de siegas y podas (hierva, paja, sarmientos…), desperdicios de cosechas (verduras, hortalizas, cáscaras de frutos secos, piel de fruta…) Enriquecen cualquier sustrato y según los biólogos se puede compostar cualquier materia orgánica.

Este es un mecanismo que utiliza la naturaleza para abastecerse. Gran parte de los suelos de los bosques y las selvas están formados por restos que se han ido desprendiendo de las plantas, sobre todo hojas y ramas. Terminan descomponiéndose para proporcional alimento a otras plantas.

Se utiliza tanto para abonar plantas caseras, jardines públicos, como en la agricultura. Para acelerar su producción se mezcla con tierra.

La composta compacta los suelos, reduce la erosión, aporta microorganismos beneficiosos, favorece la respiración de tallos y raíces, y mejora la nutrición del cultivo.

El humus de lombriz.

Procede del excremento de las lombrices después de haberse alimentado de materia vegetal. Pese a lo que se pueda pensar, es inoloro. El hombre ha conseguido fabricarlo de forma industrial mediante la creación de granjas de estos invertebrados. Tienen unas propiedades que superan a las de la composta, ya que agregan una alta concentración de nutrientes (nitrógeno, potasio, fósforo, calcio, magnesio) y una gran cantidad de microorganismos beneficiosos.

Según nos comentan desde Vermi Duero, un fabricante y distribuidor de este fertilizante, es producto apto para cualquier tipo de cultivo y se puede emplear en cualquier época del año.

Además de su alto poder nutritivo, aumenta la producción de las cosechas, protege el cultivo de patógenos, disminuye el riego hasta un 25%, ofrece un excelente enraizamiento de la planta y mejora la estructura física del terreno.

Como alimento aporta vigor y fortaleza a los cultivos.  Eso se puede apreciar en la calidad de las cosechas. Las plantas dan un fruto con un sabor más intenso.

Recientemente, se ha utilizado en viñedos reduciendo considerablemente las enfermedades que padecen las vides. Ha demostrado su eficacia repeliendo diferentes plagas. Las enzimas que se encuentran en el sustrato tienen la capacidad de degradar el caparazón y el exoesqueleto de los insectos. Por otro lado, protege a la cepa de enfermedades fungicidas como el oidio, la botritis y la yesca.

Estiércol.

Utilizado tradicionalmente en la agricultura para enriquecer los suelos, proviene de los excrementos fermentados de ciertos animales como las vacas, las ovejas y los caballos.

Se ha de utilizar maduro, que se haya secado y haya perdido ese olor pestilente que le caracteriza. Si se utiliza demasiado fresco, es abrasivo para la planta.

En cuanto a sus beneficios destaca el aporte de nitrógeno, potasio y fósforo, principalmente del primer elemento. Dependiendo del estiércol que se utilice puede añadir al suelo una flora micro-biótica que proteja la salud de la planta.

Respecto a los inconvenientes que presente, está el de que durante su proceso de secado libera una alta cantidad de amoniaco que es perjudicial para el medio ambiente. Tampoco tiene la capacidad de compactación del terreno que presentan otros fertilizantes orgánicos.

Un tipo de estiércol con unas cualidades excepcionales es Guano. Proveniente de los excrementos de aves marinas, murciélagos y focas, depositados en ambientes extremadamente secos. Se trata de un fertilizante apreciado por su alta cantidad de nitrógeno y de fósforo. Perú es uno de los mayores productores del mundo de guano natural.

Abono verde.

Son plantas que se cultivan expresamente para colocarlas sobre el suelo y que sirvan de nutrientes para otros cultivos. Son por ejemplo la alfalfa, la consuelda o el trébol. Tienen la capacidad de fijar el nitrógeno del aire y devolvérselo a la tierra.

Agregan materia orgánica al suelo y simulan la acción de los microorganismos. Contribuyen a la compactación del terreno y frenan la erosión producida por la lluvia. Favorecen la absorción de nutrientes situados en capas más profundas de la tierra y aumentan la disponibilidad de ciertos nutrientes como el calcio, el magnesio o el hierro.

Sin embargo, se puede decir que mientras que otros tipos de fertilizantes orgánicos agregan nutrientes a la tierra, el abono verde lo que hace es asimilar mejor la riqueza del terreno. Si no son tierras muy fértiles, puede contribuir a que se quemen demasiado rápido. Por ejemplo, en tierras de secano puede mermar la cosecha, ya que consume una parte del agua retenida.

Otro de los problemas que puede presentar es que si aparecen plagas o enfermedades, en lugar de frenarlas, puede ser que las multiplique.

Una variedad de aplicar esta técnica es lo que se llama abono verde en sitio. Las plantas supletorias se plantan en el mismo terreno que el cultivo principal. Para determinados cultivos de secano, cuando se dejaba la tierra en barbecho, se plantaba alfalfa. Cuando esta se secaba, se volvía a plantar el cultivo principal, que se alimentaba de los restos que había dejado el forraje.

Los abonos orgánicos son un ejemplo claro de cómo se puede practicar una agricultura que respete el medio ambiente y que al mismo tiempo sea productiva.

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