Todos los que me conocen saben que mis animales son animales de campo, y no lo digo porque sean cabras, bacas u ovejas, sino porque se han criado en el campo, respirando aire puro, corriendo alrededor de la finca y saltando como locos cuando se ponen contentos. No me imagino yo a Juno, mi American Bully, sentado quietecito en una habitación de 3 metros cuadrados o a mí Trancos, un Bullterrier, con camisetitas y abrigos como otras mascotas llevan en invierno, pero bueno, tampoco me imagino a mi hija con falda así que supongo que aquí todos somos de campo.
Me encantan los animales grandes, fuertes y robustos, por eso Juno y Trancos son ya la segunda camada que tenemos en casa proveniente de Rocabull, uno de los mejores criaderos de estas razas en España, pero también tengo un chuchillo pequeñajo que cuando le pongo la correa parece un llavero y os puedo asegurar que a él, Manolito, tampoco le pongo ropita pija. En casa somos personas de mente muy abierta y lo respetamos todo, de hecho una hermana de mi marido que es propietaria de un Yorksire enano tiene un armarito para el animal lleno de ropita y pijadas de My Dog BCN, y aparte de alguna burla por las falditas que le pone a la pobre perra no decimos nada más. Pero eso no significa que no tenga una opinión bastante contraria a toda esta moda de humanizar a los perros.
Los perros son animales, de compañía en la mayoría de los casos, pero animales al fin y al cabo. A los míos, en casa, los queremos como a un miembro más de la familia pero somos conscientes de que no se van a poner ropa ni van a caminar a dos patas y por eso les damos exactamente lo que necesitan: espacio, libertad, juegos y mucho cariño.
Da igual donde vivas, el animal se adapta a todo
Obviamente soy consciente de que no todo el mundo tiene la suerte que tenemos nosotros de vivir en una zona rústica con un terreno bastante amplio para que los animales hagan ejercicio, pero eso no significa que un animal criado en una vivienda de 90 m2 tenga que llevar sudaderas y pantaloncitos, no le veo sentido.
Mi hija, una niña preciosa de 12 años, apenas lleva faldas porque sería ridículo que la obligara a vestirse con ellas en un lugar donde se pasa el 80% del tiempo libre jugando en la tierra, corriendo y ayudando a su padre en el huerto familiar, y por la misma regla de tres veo ridículo ponerle a una perra una faldita tipo tutú como si fuera a echar a bailar el Lago de los Cisnes.
¿Me consideráis demasiado intransigente? Yo no lo creo. Mis animales son felices al igual que aquellos que viven en apartamentos pequeños y están bien cuidados porque estos amiguitos peludos tienen una ventaja sobre muchos de nosotros, y es que se adaptan a prácticamente cualquier circunstancia, pero no veo lógico tratarles como si fueran humanos. No es necesario ponerles un plato de comida en la mesa como tampoco es necesario hacerles un regalo en Navidad, pero sí es necesario cuidarlos, darles el ejercicio que necesitan, alimentarlos correctamente, quererlos, jugar con ellos y ser los amigos fieles que ellos son para nosotros.
No humanices a tu perro, quiérelo tal y como es.