Apostar por la ecología es la única manera que tenemos para salvar a nuestra Tierra de un desastre que ya estamos observando en muchos de los lugares de la superficie terrestre. Durante las últimas décadas, el capitalismo salvaje ha hecho mella en la calidad de vida de la población mundial, por ejemplo, con la subida de la temperatura media del planeta, que se está evidenciando con el deshielo de los polos. Pero, si no lo paramos, esto no va a quedar ahí. La desertización de algunas zonas y el ataque constante a los pulmones de nuestro planeta (como el Amazonas, por ejemplo) también están contribuyendo al deterioro de la Tierra.
En los últimos tiempos, eso sí, parece que son muchas las personas y las entidades que han decidido poner su granito de arena en lo que tiene que ver con el mantenimiento de nuestro entorno. Es algo necesario y que, desde luego, requiere de la colaboración de todo el mundo. Tenemos que encontrar una nueva manera de mantener nuestras actividades sin atentar contra el medio ambiente y en ese proceso estamos implicados todos y cada uno de nosotros. Porque está claro que algo más por nuestro planeta sí podemos hacer.
España, que es un país que parece que, poco a poco, va trabajando cada vez mejor en materia sostenible, todavía está lejos de aportar lo que se espera de ella. De acuerdo con una noticia del Diario Responsable, España invierte, al año, 20 euros por habitante en medio ambiente, mientras que la media europea se encuentra en los 53 euros. Es decir, solo aportamos un tercio de lo que se está aportando en el resto del continente. Es un dato demoledor y que tenemos que corregir a la máxima brevedad posible por razones obvias.
Si multiplicamos esos 20 euros por (aproximadamente) los 50 millones de habitantes que somos en España, la inversión al año en España en medio ambiente es de 1.000 millones. Si todo siguiera igual, en 10 años la inversión sería de 10.000 millones. Hay una noticia, publicada en la página web Comunidad ISM, que asegura que, en los próximos 10 años, España va a movilizar 200.000 millones de euros en materia de transición ecológica, lo que pone de manifiesto que, en otros aspectos también ligados al cuidado de nuestro entorno, nuestro país está haciendo las cosas bastante bien. Eso, por lo menos, nos hace estar un poco más tranquilos.
El cuidado del medio ambiente no es algo que dependa única y exclusivamente de los diferentes gobiernos que conforman los países o determinados territorios de los mismos. Es un asunto de cada ciudadano y de cada entidad. El medio ambiente ya copa una parte central en la actividad de estas últimas. Lo hemos comprobado gracias a Pérez Linares, una entidad encargada de la fabricación de botellas y envases de plástico que lleva tiempo trabajando con plásticos biodegradables y cuyo impacto es sensiblemente inferior al plástico tradicional que todos conocemos. Desde luego, ese es el camino para seguir aumentando nuestra apuesta por el medio ambiente.
En España queda mucho camino por recorrer
Por desgracia, no todo el mundo opera de la misma manera en el interior de nuestras fronteras. Ya hemos visto que, en ciertos aspectos ligados al cuidado del entorno, en España todavía hace falta bastante inversión. Pero también hace falta (y mucha) que crezca la conciencia en un país como el nuestro. Sin esa conciencia, estamos condenados a sufrir las peores consecuencias de fenómenos tan perversos como el cambio climático, que ya son una realidad evidente y que generarán graves problemas más pronto que tarde.
Por suerte, la normativa europea está obligando a que, en nuestro país, muchas entidades y gobiernos actúen de un modo tajante contra todas esas prácticas que puedan suponer una amenaza contra el planeta. Aunque es cierto que la legislación española ya está muy encima de las empresas para que cumplan con su parte en lo que a ecología y medio ambiente se refiere, las leyes de la Unión Europea son mucho más exigentes y, de hecho, marcan una línea que debería ser marcada, al mismo tiempo, por las autoridades españolas. Es una necesidad que no puede esperar.
Tenemos que actuar y hay que hacerlo de la manera más rápida posible. Las razones son obvias. No solo está en juego el estado de salud de nuestra Tierra. También lo está el nuestro propio. Si creemos que los efectos perversos de la contaminación no los vamos a notar nunca porque llegarán dentro de muchas décadas, estamos equivocados. Muy equivocados. Ese error nos va a costar muy caro y tenemos que evitar cometerlo. Las generaciones venideras nos lo agradecerán… pero las que, a día de hoy, pueblan nuestra Tierra, también. Ayudémoslas.