Reavivando pueblos

Me gustaría alzar la voz por todos aquellos pueblos que, como el mío, se está quedando aislado del resto del mundo por culpa de la falta de infraestructuras. Se supone que todos, el Gobierno también, quiere preservar la vida rural pero luego pretendemos que sean las pequeñas villas y pueblos quienes se apañen y sobrevivan como puedan.

No tiene sentido apoyar a pueblos como Illán de Vacas, en Toledo, donde sólo hay una persona censada (el alcalde), o a Salcedillo, en Teruel, con 10 empadronados, diciendo que hay que darle vida a esos pueblos si luego no se les da presupuesto para que arreglen los accesos a dichas poblaciones.

La realidad es que para llegar a algunos de esos pequeños pueblos debemos pasar por carreteras en mal estado, llenas de baches, e incluso algunas sin asfaltar que dificultan la llegada de visitantes. No es extraño que muchos de esos pueblos quieran buscar reclamo ofreciendo alojamientos rurales inventando así un nuevo medio de vida, pero ¿cómo van a lograrlo si el turista prefiere no tener que llegar hasta ellos con tal de no pasar por esas carreteras? Incluso, a veces, son los pocos niños que quedan en esas zonas rurales los que han de quedarse en casa sin ir a la escuela porque, por poco que llueva, la carretera queda prácticamente intransitable hasta el pueblo más cercano donde está el colegio, debido obviamente a su mal estado.

En el pueblo de al lado (apenas nos separan 5 kilómetros) Piscinas DTP ha construido una piscina municipal que le encargó el gobierno de Castilla-La Mancha y sufragó con presupuestos públicos. Allí, donde han visto negocio de turismo rural, no sólo han puesto piscina, sino que han rehabilitado calles, plazas, edificios y, por supuesto, Industrias Duero ha sido contratada por el Ayuntamiento para renovar todos los elementos viales de seguridad. Pero el problema es que nosotros no podemos hacer nada de eso porque los 5 kilómetros que nos separan de ellos son los típicos “caminos de cabras” por donde un vehículo ha de ir a 20 para no acabar con los amortiguadores rotos.

La realidad es que esos pueblos están desapareciendo por culpa del poco apoyo que reciben y no porque sus gentes hayan quedado obsoletas. Yo misma resido en uno de esos pequeños pueblos y sé de personas que vendrían a vivir aquí si tuvieran más facilidades para llegar a sus trabajos pero, por ahora, esto no es así.

Siempre nos quedan las fiestas de agosto porque, en esas fechas, todos los pueblos se llenan de hijos, nietos, familiares y amigos de residentes que quieren vivir la experiencia de la fiesta en el pueblo, el problema es que cuando el último de ellos se va, el pueblo vuelve a quedar en silencio. Atrás quedan las risas de los niños que habían estado visitando a sus abuelos y las parejas jóvenes que paseaban de la mano por las callejuelas del centro, porque una vez que el último coche ha partido, el pueblo vuelve a ser un fantasma sin nombre, un espacio donde sólo suena el aire.

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